Salpicando el espejo lavaba su cara, con nubes en la mente y pájaros revoloteando sobre su brillante cabeza; hacía mucho que no brotaba pelo en esa bola reluciente que tenía sobre los hombros. Él mismo solía decir, chistoso, que junto con el cabello le cayeron los años. - "¡Rubio, muy rubio! ¿Y ahora? ¡Ahora mi calva es más brillante que cada mechón dorado que colgaba de mi cabeza por aquel entonces!" Recordó esas mismas palabras y sonrió a su reflejo, mientras dejaba pasear la palma de la mano, lenta y melancólica, sobre su coronilla vacía. Este gesto tan insignificante, a ojos ajenos, no parecería reflejar mucho más que la añoranza de la juventud, e incluso podría parecer tierno y hermoso para los más sensibles. Pero lo que pocos saben es lo que habitaba en las nubes; oscuras, de su mente, y el cantar; tenebroso, de sus pájaros; pues poco más que desesperación y angu...
Sin salida Estancada entre mi culpa y remordimiento acumulados. Crece y se apodera de mí el pánico cuando me azota la consciencia del pecado. Ya sea por temor a la pérdida o por dañar con daño a quien me quiere y que yo amo. Cobarde en mi cajón entre el infierno y el cielo acuchillado. Ingenua por huir de la verdad o ilusa por quedarme en la mentira. Sin salida de mí misma y de la farsa que mi corazón carga , apunta y dis para contra mi vida.
No lo soporto. Cállate. Cállate. Cállate. ¿Por qué no me dejas en paz?, ¿qué quieres de mí? Tan sólo quiero dormir, pero no me dejas. Tu voz no me lo permite. Tu presencia. Tu irritable e incansable presencia. ¿En qué momento comenzaste a ser tan insoportable? ¿Por qué? ¿Por qué? Lo he probado todo, he cerrado puertas y ventanas pero sigues colándote por donde puedes e insistes en incordiarme. ¿No ves que estoy cansado? ¡Pero mira estas ojeras y estas canas, llevo meses suplicándote silencio! ¡Silencio! ¿Vas a quedarte ahí, aquí y allí hasta que reviente? ¡Mírame, ya no aguanto más! Eres tú. Eres tú el culpable de esta angustia. Ni siquiera puedo mirarte, quiero echarte de aquí, pero nunca sé dónde te escondes. Tan sólo te oigo, no te veo, ni te siento, pero te cuelas en mis oídos y bailas con mis tímpanos hasta que suplican que pares. Nunca paras. Nunca paras. He tapiado toda la casa, he tirado cada maldita cosa que pudiese atraerte, he arrancado las manecillas del reloj y...
Comentarios
Publicar un comentario