ACIERTO
Se hallaba apoyado
en el marco de la puerta, a pocos metros la cama, gris, deshecha, triste e
iluminada por la sutil oscuridad que aún contenía el poco brillo que se colaba
entre las nubes aquella noche.
A lo lejos las piezas de cerámica esparcidas
por el suelo, sobre un charco de agua y flores a punto de desvanecerse. Y la
ventana cediéndole el paso a la cruel tormenta, que dejaba su huella sobre el
suelo y el destrozo, manchando el crimen con lágrimas dulces y frías, inundando
el habitáculo de relámpagos, furia, soledad y estruendos tan brillantes como aterradores.
Aquella imagen aparecía
sin previo aviso cuantas veces le placía, perturbándole el sueño y el vivir, pues
vivir así no es más que morir sin muerte y vivir matando a la vida inerte.
La llegó a
reconocer en el espejo de tantas veces que la había divisado en mente, la
muerte se adueñaba de su cuerpo y supo que moriría.
Moriría si
no salvaba a las flores moribundas, si no cerraba la ventana que un día abrió inconscientemente y no reconstruía el jarrón frágil y hermoso que un día llegó a
ser y que ahora perdía color.
Secas las
lágrimas del cielo que ocupaban el suelo, cálida la cama e intacta la vida de
las rosas; pudo al fin entrar la luz por el cristal arrepentido, perdonado y
amado que encontró la paz, el equilibrio y el camino
acertado.
Comentarios
Publicar un comentario