CARPE DIEM

¿Cuándo, en un recorrido de prisa y agobio, te has detenido,
sin importar el tiempo y las circunstancias,
a observar detenidamente el paisaje?

Si te fijas, cada nube puede ser un personaje de la historia que en un segundo inventes,
y el cielo el escenario más bonito y gigante en el que representarla.

Cada pájaro valiente una oleada de vida
y alegría a tu mañana.

Los árboles, sabios y llenos de secretos de los amantes que más se han amado en secreto.

Agua helada, fuente de la vida eterna,
la pureza reflejada sobre sí misma.

Pequeñas flores, frágiles, de buen olor y color,
que pintan los parques, prados y jardines,
dotándolos de la más clara simpatía y delicadeza.

Las lejanas montañas, que nos dejan con las ganas de ver más mundo,
de conocer más historias, de ver sus espaldas y las de las siguientes.

La brisa de verano, o el viento alborotado de otoño
que acarician la piel de los que recorren el mundo de un lugar a otro;
sin ojos.

Llamas vivir a llegar puntual, al estrés,
al vacío que sientes cada noche cuando te das cuenta de que no has aprendido,
visto ni sentido nada nuevo ese día.

Cuando se esté vaciando tu reloj de arena,
entonces desearás más tiempo,
más lugares a los que ir,
más emoción, personas.

Más nubes, árboles, montañas y flores.

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